sábado, 21 de junio de 2014

6- Teheris

Habían pasado un par de días desde que Pasku se encontrara con los rebeldes en el bosque, pero aún no había recuperado del todo la fuerza en sus músculos, y lo notaba a casa paso que iba dando.
Ya no le dolían los pies ni sentía que el estómago se iba a doblar sobre sí mismo, pero algo parecido a una debilidad general le atenazaba el cuerpo y le hacía sentirse más torpe de lo que en realidad era. Imaginaba que se le iría pasando con el devenir de los días y una dieta estricta de comer como un cosaco.

No le gustaba el frío, ni tampoco sentía especial devoción por la humedad. Pero el pueblo de Teheris era famoso por el fuerte viento helado que llegaba desde el mar y que hacía sentir a los hombres como si acabaran de darse un chapuzón en las negras aguas.
Por lo menos no llovía, cosa que según parecía por cómo estaban las casas, era algo bastante habitual.

Las calles eran bastante estrechas, pero por fortuna no había demasiada gente en la calle porque el sol estaba a punto de desaparecer por el horizonte, en el mar. Las casas se habían construido inicialmente con madera y piedra gris, pero con el paso del tiempo los tablones se habían ido pudriendo y los habían sustituido por una tiza negra y lisa, tan pulida que confería a la ciudad es aspecto de estar empapada.
Y en cualquier caso el clima hacía que esa ilusión fuera cierta casi todos los días del año.

Avanzaron arrebujándose en las capas de lana, marchando a un ritmo que pretendía ser distraído. Teheris no había sido un pueblo especialmente conocido hasta hacía unos cuantos meses, cuando parte de la guardia lo tomó como base de operaciones al saberse que albergaba piratas –o como ellos gustaban de llamarse, comerciantes marítimos de bienes exóticos-. Por ello el nivel de soldados con ojo observador era más elevado del que cabía esperar en un pequeño pueblo que no albergaba más de cien personas en total durante el día más próspero del año.

El viento soplaba con fuerza y les traía un intenso olor a sal, que les llenaba y despejaba la nariz a la par que les hacía un poco de daño en los ojos. Los carteles de los negocios crujían con el vaivén y parecía que en cualquier momento fuera a caerles alguno de ellos en sus cabezas. Hawk iba levantando la vista para fijarse precisamente en esos carteles, con la esperanza de identificar la taberna a la que debían ir antes de que se cruzaran con alguna patrulla de guardia.

Finalmente, cuando empezaba a lloviznar, entraron en una especie de local que se encontraba justo delante de los muelles y que sin duda había visto mejores épocas. Lo único que les indicaba que se trataba de una taberna y de no una casa cualquiera era el discreto cartel de madera que había encima de la puerta en el que se indicaba el nombre del sitio: El pez caliente.
Al lado de la puerta había un gran ventanal bastante sucio por el que Hawk intentó otear el interior, sin demasiado éxito. Se miraron entre si durante unos largos instantes de indecisión, hasta que Bardo se echó para atrás la capucha que lo había protegido del viento y de las miradas indiscretas y entró con paso firme. Los demás lo siguieron, intentando reprimir una actitud de recelo que les había salvado el pellejo durante todos aquellos meses de persecuciones pero que ahora les frenaba el paso.

El interior era mucho más confortable de lo que en un primer momento pudiera parecer. Tenía un tamaño medio, pero estaba bien distribuido y sorprendentemente limpio para ser un antro. En la barra había un tabernero entrado en años que tenía una fea cicatriz cruzándole la cara, pero con una sonrisa distraída que por lo menos no inspiraba desconfianza. Había mesas aquí y allá, situadas alrededor de la chimenea que había al fondo para proporcionar el máximo calor posible a los clientes que intentaban guarecerse de la lluvia. Había gente suficiente como para que pareciera concurrido, pero no demasiada como para que estuviera lleno, quizás porque la mayoría de los barcos regresarían al cabo de dos días y en el puerto solo se habían quedado los pescadores o los que no habían zarpado.

Una muchacha extremadamente delgada que parecía ser la camarera se acercó a ellos y les indicó una mesa grande en la que sentarse. Un par de marineros sentados en una mesa les echaron una mirada rápida antes de volver a centrarse en su conversación, pero los demás parroquianos no repararon en su presencia, acostumbrados a ver viajeros detenerse en los muelles.

Al cabo de un rato la muchacha les trajo a todos una jarra de cerveza y algunos trozos de carne, queso y pan, sin aparentar tener ningún problema en cargar con todo el peso a pesar de su figura poco alimentada. Hizo un par de insinuaciones sobre si estaban interesados en otro tipo de servicio con ella en las habitaciones de la taberna y al recibir una respuesta negativa pero amable, se fue a atender a otros.

-          ¿Qué aspecto tiene el contacto?- preguntó Bardo, cortado un trozo de pan
-          No lo sé –respondió Hawk, en voz baja- Sé que nos reconocerá y que será él quien se acerque. Lady Oblondra lo consideró más seguro así
-          E hizo bien

Todos se giraron hacia la voz que se había inmiscuido en la conversación y se encontraron mirando a un hombre de espaldas, sentado solo en una de las mesas más próximas al fuego. Cuando se giró, pudieron ver que tenía el rostro marcado por la sonrisa de Glasgow, condenándolo a una eterna y dolorosa expresión sonriente. Se levantó y arrastró la silla sin mucha delicadeza hasta sentarse en la mesa junto a ellos, mirándolos con gesto adusto.

-          ¿Quién eres tú? –preguntó Dante, deslizando sutilmente su mano hasta la empuñadura de un cuchillo que llevaba oculto, procurando que nadie fuera consciente del gesto
-          Alguien con mejor oído que el resto de gente de esta sala y más prudencia que vosotros. –respondió el desconocido, clavando su mirada en ellos como si supiera la incomodidad que provocaran sus cicatrices y lo utilizar a su favor- No deberíais ir pronunciando nombres conocidos a la ligera, ni siquiera en voz baja.
-          ¿Eres quien estamos buscando? –preguntó Denzel, sin querer demorarse en esa conversación
-          Me busca mucha gente, pero si alguno de vosotros se llama Hawk, entonces yo también os buscaba a vosotros.
-          Soy yo –respondió el interpelado- ¿Es prudente hablar aquí?
-          Más que en cualquier otra parte del pueblo –respondió el hombre de las cicatrices inquietantes- La guardia no entra en este antro, ni siquiera cuando no está de servicio.

Con una discreción propia de un ladrón veterano, extendió un pequeño mapa sobre la mesa. Discretamente todos lo observaron, moviendo únicamente los ojos y no el cuerpo, evitando levantar la curiosidad de ningún parroquiano.

-          Va a haber problemas tanto al entrar como al salir –empezó a decir el contacto, con voz queda- He sobornado a un par de guardias amigos míos que nos pueden ayudar a pasar, pero ni que fueran mis amantes nos ayudarían a salir.
-          ¿Te fías de esos guardias? –preguntó Víctor, frunciendo el ceño
-          Me fío de saber que ellos perderían más que yo si se supiera que han sido sobornados. –el desconocido se encogió de hombros- Además, si queremos entrar, no nos queda otra.
-          Has dicho que no nos ayudarían a salir –dijo Pasku, cortando un trozo de queso- A mí personalmente, es lo que más me interesaría hacer, no sé vosotros.
-          Sólo podremos salir bajando por el muro y llegando al mar. –respondió el hombre- Allí tendré un pequeño navío esperándonos durante la noche, pero tendrá que irse en cuanto vuelva el sol o lo verán. Evidentemente no podrá acercarse demasiado al acantilado, por lo que tendremos que nadar. ¿Alguien tiene algún problema con eso?

Todos negaron con la cabeza, pendientes del plan. Sabían nadar más o menos en lagos y ríos, e incluso alguno de ellos se había dado un chapuzón en la costa, pero jamás se habían visto en la situación de lanzarse al agua de noche, en mar picada, huyendo de una prisión. La habilidad natatoria era realmente lo de menos.

-          Bien –siguió el hombre- El plan es el siguiente. Los soldados nos llevaran al interior como prisioneros. Según me han dicho, una vez se pasa la puerta, los guardias pierden el interés. Cuando estemos dentro, nos liberarán y nos dirán donde se encuentra Lyra, pero hasta ahí su ayuda. Tendremos que ser discretos si no queremos tener todos los soldados encima, pero tampoco tendremos que preocuparnos demasiado ya que dentro del edificio en si mismo hay poca vigilancia. En cuanto encontremos a Lyra, iremos al balcón posterior y bajaremos todo lo deprisa que podamos.
-          Es un plan tan imprudente que puede hasta funcionar- dijo Denzel con tono irónico- Total, ¿qué es lo que podría ir mal, aparte de todo?
-          Si tienes un plan mejor, es el momento perfecto para proponerlo, machote –dijo el hombre de sonrisa forzada- Para ver el riesgo de mis planes ya está mi sentido común, gracias.
-          ¿No hay otra vía? –preguntó Hawk, mirando el mapa
-          No. Llevó una semana planeando esto, si la hubiera estaría hablando de ella.
-          ¿Te importaría dejarnos solos un momento para que decidamos qué hacer?
-          Como gustéis –el contacto se encogió de hombros y se levantó- Si aceptáis correr el riesgo, estaré esperándoos fuera. Pero no esperaré eternamente.

El hombre se alejó de la mesa y se acercó a la camarera delgada, haciéndole un gesto cariñoso. Ella se le arrimó en los brazos y ambos salieron de la taberna, dejando al grupo sólo con sus pensamientos y decisiones.

-          Es absurdo, es peligroso y es temerario –dijo Hawk, mirándolos a todos- Pero yo iré. Es la única manera de poder seguir con esto. Imagino que pensáis que es una estupidez, pero soy libre para correr mis propios riegos como vosotros los sois de no venir.
-          Bueno, no he venido arrastrándome desde el bosque para quedarme aquí –sentenció Bardo, apurando la copa
-          Yo no me fío un pelo de todo esto –dijo Víctor, apretándose una cinta de su armadura que se había soltado un poco- Pero si no hay más opciones, no hay más opciones. Además, quien sabe…

Los pensamientos de Víctor divagaron en esperanzas secretas que no pudo evitar sentir, por muchos deseos que tuviera de ceñirse a la cruel realidad. Hay deseos que no pueden reprimirse y todos comprendieron a qué se refería su compañero con esa última frase, pero ninguno quiso decirle nada.

-          Si no voy, es posible que Víctor os obligue a comer otra vez de su estofado –dijo Bardo, sonriendo levemente- O peor aún, que me critique y yo no esté ahí para llevarle la contraria

Víctor frunció el ceño entre molesto y divertido, pero se limitó a murmurar un par de maldiciones acerca de la madre de Bardo por lo bajo.
Dante miró a Hawk y asintió con la cabeza, sin que fuera necesario ningún otro gesto para que este comprendiera que podía contar con él. La mirada del rebelde cayó en Pasku, que lanzó un suspiro antes de meterse otro trozo de queso entre pecho y espalda.

-          Espero que el agua no esté muy fría


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