La taberna estaba inundada por un sinfín de olores contradictorios que
hacían la espera entre atrayente y agobiante. El olor a cerveza tostada quedaba
difuminado por el del sudor de los campesinos; el agradable aroma del estofado
perdía efecto cuando la nariz distinguía el acre humo que desprendía la gran
chimenea que calentaba la sala; el perfume de las prostitutas que ofrecían su
carne a quien pudiera pagarla no podía ocultar el hedor de los zapatos
embarrados de la mayoría de los hombres.
Hawk estaba acostumbrado al olor. Había pasado muchas horas en ese local,
planeando, escuchando, participando, pero también bebiendo y riendo, besando a
mujeres hermosas, comiendo codo con codo y compartiendo momentos que si bien
eran dulces ahora le sabían amargos. Estaba sentado sólo en la mesa donde todos
los recuerdos tenían su lugar, sin que nadie le acompañara en la cerveza que no
había siquiera tocado y que ya empezaba a calentarse.
Siete, su amigo, había muerto. Se había debatido contra sí mismo entre si
apartar los ojos al tensarse la cuerda del ahorcado, o si no parpadear
siquiera. Al final, su mirada no había podido alejarse del cuerpo agonizante de
su compañero caído y esa imagen lo perseguía donde quiera que posara sus ojos.
No tenía la capucha echada sobre su cara, porque sabía que a él nadie podía
reconocerlo. Si no lo habían capturado a esas alturas era porque Siete no le
había delatado aun habiendo estado sometido a tortura.
El mero pensamiento le llenó de dolor y frustración y tuvo que hacer un
esfuerzo considerable para mantener una expresión neutra y no llamar la
atención entre el resto de parroquianos, que disfrutaban de una velada en la
taberna.
Una mano se posó en su hombro y Hawk alzó la mirada para encontrarse con el
rostro del tabernero.
-
Si todos los
comensales bebieran como tú, me arruinaría -dijo, intentando animarle
amistosamente, aún sabiendo que no lo conseguiría- y la cerveza se me pondría
mala.
Hawk le sonrió lo mejor que pudo, pero la expresión no llegó a sus ojos.
-
Crees que vendrán,
Dante?- preguntó, mirando de nuevo a su bebida
-
No lo sé
–respondió el interpelado, sentándose en una de las sillas vacías mientras se
limpiaba las manos con el delantal mugriento- Pero espero que lo hagan
-
¿Cuánto
tiempo crees que podremos seguir utilizando tu local? Por ahora no parece
existir riesgo. Cuando capturaron a Rhivarian y lo redujeron a la nada que es
ahora asaltaron muchas casas y comercios, pero el mío se salvó –respondió en
voz baja Dante, sin rodeos- Supongo que el secretismo que teníamos sirvió de
algo
-
Ese fue el
error de Siete…dejar que le vieran el rostro – el tono de voz de Hawk se
transformó en un murmullo grave, entre solemne y herido- Él creía que si el
pueblo sabía cómo era tendrían un héroe, una imagen con la que fantasear. Yo no
cometeré ese error. No quiero más figuras imaginarias.
-
¿Es que
pretendes continuar con Rhivarian tu solo?
-
No, con
Rhivarian no. –Hawk levantó la vista y sus labios esbozaron una leve sonrisa
torcida- Y no estoy tan solo
Un soldado había abierto la puerta, dejando que una corriente fría de aire
recorriera la sala el tiempo justo para que el fuego siseara y las llamas
moldearan las sombras de la sala a placer. Algunos parroquianos se fijaron en
el recién llegado unos segundos antes de volver a sus charlas y bebidas.
El soldado se quitó la capa y se fue acercando a la mesa donde se
encontraban Hawk y Dante, el tabernero. No llevaba la armadura, pero si el
gambesón donde se podía ver claramente el escudo de armas del reino: una
anfisbena roja, la serpiente con dos cabezas, una de ellas donde debería estar
su cola.
Aquellos campesinos que tenían suficiente curiosidad para quedarse mirando
al soldado, apartaron la vista sensatamente cuando este les devolvió la mirada
con cara de pocos amigos.
Saludó con un gesto de su cabeza y se sentó al lado de Hawk. Le hizo un
gesto a Dante para que le sirviera algo de beber, cosa que este fue a hacer
rápidamente.
-
Víctor
llegará cuando termine su guardia, dentro de poco- dijo el hombre, mucho más
fornido que Hawk y un palmo más alto- Creo que vendrá alguien más, pero no te
esperes que seamos tantos como antaño
-
¿Los demás
aún se esconden?
-
La mayoría
huyeron cuando Siete fue capturado. –respondió, intentando que su tono fuera
algo distendido- Y los que aún esperaban un milagro están empaquetando las
cosas ahora que ha muerto.
Dante regresó con la cerveza solicitada, dejándola en la mesa antes de
dirigirse a servir a un par de campesinos que le reclamaban.
El soldado bebió de ella un largo trago, sediento de algo que el alcohol
jamás podría llenarle, por muchas jarras que dejara vacías. Denzel había
formado parte de la guardia del rey desde que la espada larga de su padre no
fuera más alta que él, y de eso hacía ya bastantes años. Desde hacía un lustro
el cuerpo al que pertenecía había pasado de las manos del rey enfermo al actual
regente, el príncipe y heredero.
Cuando Siete había formado Rhivarian se había unido a sus filas,
descontento con el nuevo modo de gobernar, pero había mantenido también su
puesto para poder gozar de una posición doble y obtener información.
Un riesgo que por poco no le había costado la vida desde que Siete fuera
capturado. Con cada tortura que sabía que le realizaban, Denzel temía tanto por
la vida de su capitán como la suya propia. O la de Víctor, otro soldado que
tenía su mismo doble juego.
-
¿Tú también
pretendes huir? –le preguntó Hawk, dándole al fin un sorbo a su cerveza, ahora
ya tibia
-
Si hubiese
querido hacerlo, ya estaría a tres reinos de distancia, con todo el oro que
hubiese podido agenciarme y con una muchacha de pechos rollizos sentada en mis
rodillas –respondió antes de soltar un bufido – Pero aquí me tienes, será que
me gusta demasiado tu compañía como para dejarte solo.
-
Nadie puede
resistirse a mis encantos –dijo, contagiado levemente con el sentido del humor
de Denzel. Desde que había muerto Siete, su humor parecía haber muerto con él y agradecía poder aliviar el dolor con su amigo. Pero pronto su sonrisa se
fue perdiendo - Tenemos mucho que hacer
-
¿Aún planeas
hacer lo que me comentaste? –preguntó Denzel, antes de apurar otra cerveza y
hacerle un gesto a Dante para que volviera a la mesa – Pensaba que el
ajusticiamiento de Siete te habría hecho cambiar de parecer
-
Nunca había
estado más seguro de algo –dijo Hawk, en tono seco- Y al asesinato de nuestro
capitán no se le puede llamar justicia.
Dante llegó justo en ese momento, retirando la jarra vacía y dándole la
llena a Denzel. Aprovechando que ningún comensal parecía interesado en pedir
nada, se sentó a participar en la conversación, habiendo escuchado la última
parte.
-
No eres el
único que está indignado, ¿pero qué es lo que pretendes? –respondió el
tabernero, cruzándose de brazos y apoyándose con ellos en la mesa- ¿Montar otro
grupo de rebeldes, cuando ahora todo el mundo tiene miedo? ¿Esperar que la
gente te escuche ahora, cuando no lo ha hecho en estos años?
-
No, ese era
el método de Siete, no el mío. Yo no voy a enseñar mi rostro, nos mantendremos
en la sombra. Si el mundo desea tener miedo, que se pudran en sus madrigueras,
yo no pienso quedarme temblando en un rincón hasta que los días terminen. –La voz de Hawk intentaba controlar su tono,
pero la ira hacía que las palabras espetaran con más fuerza de la pretendida-
Mi objetivo será hacer justicia, no transformarme en un justiciero.
-
Hay momentos
en los que me pregunto de dónde sacas esas frases –dijo Denzel con un suspiro-
Pero no podemos hacer nada si no tenemos nada. Hemos perdido los aliados que
nos daban armas, hemos perdido a nuestra fuente de ingresos, a nuestros contactos….Siete
lo sujetaba todo y ahora se ha perdido
-
Pues lo
volveremos a construir –respondió Hawk- Aún podemos seguir haciendo las
reuniones aquí, ¿no es así, Dante?
-
Si, mientras
seamos muy discretos –respondió el interpelado, pasando el trapo por la mesa como
gesto ya mecánico- Aunque ahora estén confiados por la aparente victoria, no
han bajado la guardia demasiado
-
Ya es un
principio –siguió Hawk, notando como entre la ira de su voz se mezclaba algo
parecido a la esperanza- Es más de lo que esperaba tener.
Los tres se miraron, sin sentirse ninguno seguro de lo que iba a pasar,
pero tampoco dispuestos a elegir otro camino. No hacía falta decirlo en voz
alta, pero algo dentro de ellos sabía que no podrían volver a levantar la
cabeza con orgullo si renunciaban a aquello por lo que sus amigos habían
muerto.
-
¿Cuál es el
primer paso? –preguntó Denzel, apurando la segunda cerveza
-
Convencer de
nuevo a la fuente de ingresos.
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