sábado, 21 de junio de 2014

13- La noche del traidor

La noche ocultó los gritos, el llanto y el dolor de Ayla, como ocultó todos los sonidos que pudieran perturbar el aparente sueño tranquilo que los rebeldes estaban disfrutando en la gran estancia que Lady Oblondra les había cedido.
Pero la sombra que se ocultaba en el escondrijo que le permitía observarles al detalle sabía que ninguno de ellos se había acostado con la mente tranquila, cada uno por su razón. Echados en sus camastros de paja improvisados, con mantas de lana gruesa, estaban más cómodos de lo que nunca habrían estado en el bosque o en una cueva, pero las noticias que habían recibido en la conversación con la noble les habían cortado cualquier posibilidad de una noche de verdadero descanso.

El mañana resultaba amenazador para la mayoría de ellos. La existencia del traidor colgaba por encima de ellos como una espada de Damocles que fuera a caer en cualquier momento, pero no lo haría sólo sobre uno de ellos, sino sobre todos.
Al fin y al cabo, fuese quien fuese el que les había vendido, su presencia les heriría a todos. 

La sombra que les espiaba se removió un poco en su escondrijo, incómoda por mantenerse en estricta quietud durante tantas horas. Aún olía a caballo y nada en el mundo le hubiese gustado más que darse un buen baño con agua caliente y dormir toda la noche en una de las confortables camas del castillo, pero el deber le impedía pegar los ojos. Mantenía la capucha cubriéndole el rostro, aunque estaba tan bien escondida que no resultaba necesaria.

Escuchó a Víctor murmurar algo entre pesadillas y lanzó un silencioso suspiro. Se había interpuesto entre el rebelde y su señora porque había visto verdadero dolor en los ojos de aquel hombre desesperado y porque sabía que en un momento de rabia podría haber llegado a herirla. Pero sentía simpatía hacia él. No podía culparle por haber reaccionado por esa manera, y por ello deseaba que no fuera Víctor el traidor que buscaba.

Oyó a uno de los gatos del castillo maullar insistentemente, el viento colarse entre los postigos de algunas ventanas y el roce de las mantas al ser recolocadas entre las nieblas del sueño. Era tal la quietud y tranquilidad del momento que por un instante se planteó si no podría echar una cabezadita en algún momento.
Resultaba tan tentador…

De pronto el crujido de la paja le hizo ponerse en guardia. Había pasado toda la noche escuchando cómo los durmientes se movían y sabía reconocer cuándo alguien cambiaba de postura y cuándo alguien se estaba levantando. Y en ese caso, era lo segundo.
Se mantuvo inmóvil, observando los cuerpos, hasta que sus ojos acostumbrados a ver un ratón en la oscuridad del bosque vieron cuál de los rebeldes era el que estaba despierto. Era de complexión musculosa y alta, el típico hombre que lucha con la fuerza de sus brazos y tiene la ventaja de ser robusto.
Cuando finalmente se levantó, ella a ella le pareció reconocerlo. Lady Oblondra le había indicado que ese tenía el nombre de Bardo.

El rebelde se levantó con cuidado, tratando de no hacer ruido. Era más ágil de lo que parecía, pero eso no evitó que chocara levemente con otro rebelde dormido, el que hacía llamarse Hawk. Bardo se quedó quieto hasta que creyó que el otro seguía perdido en el reino de los sueños, y salió de la sala de puntillas.

Atheris se mantuvo en las sombras hasta que lo vio pasar. La idea desesperada de su señora parecía haber funcionado.
Con el cuidado de un gato que pretende cazar un ratón desprevenido, la misteriosa muchacha con ropas de cazador se deslizó con cuidado fuera de la estancia. Llevaba unas botas de cuero blando que le permitían dar pasos sin hacer apenas sonido alguno, lo que, sumado a su habilidad por escurrirse entre las sombras, la hacían casi invisible.
E indetectable siguió por los pasillos a Bardo, quien parecía moverse demasiado rápido para alguien que no tiene nada que esconder.

Lo que no sabía la mensajera era qué haría una vez lo tuviera acorralado. Por experiencia sabía que los animales puestos contra las cuerdas eran los que más ferozmente luchaban en busca de una esperanza mínima. Si se daba el caso de tener que defenderse de aquel rebelde tendría que hacer uso de toda su habilidad para detenerle y no fallar a su señora.

Recordaba la conversación que había tenido con la noble. Era de vital importancia encontrar el hombre que les estaba pasando información a sus enemigos, pues ahora todos ellos habían visto el rostro de Lady Oblondra. Si el traidor lograba llegar a su destino, lord Crhysos la condenaría a muerte junto a todos sus sirvientes, entre los cuales se incluía ella misma.
Su señora había confiado en sus manos su futuro, su vida y el de todos los que sufrirían a manos del regente si llegaban a descubrirla. No podía fallar.
Simplemente, no podía permitirse un margen de error.

El rebelde se quedó quieto en un cruce de caminos, mirando a ambos lados. A Atheris le pareció que Bardo se ponía nervioso, como si la indecisión hiciera que cada segundo que pasara fuera cada vez más pesado y angustiante. La cazadora sabía que el traidor iría a la habitación donde estaba durmiendo Lyra, en donde creía que habría la información que le delataba, y que no tenía mucho tiempo para hacerlo antes de que alguien reparara en su ausencia. De ahí su nerviosismo…

De pronto el rebelde se decidió por uno de los dos lados y empezó a correr. A Atheris le sorprendió el súbito cambio de ritmo, pero no se dejó amilanar y lo siguió a la misma distancia. Ella se enorgullecía de tener un físico capaz de aguantar horas persiguiendo a su presa y ahora no iba a dejar que esta se le escapara.
Pero le pareció que para estar tan interesado en encontrar la habitación de Lyra, el traidor iba un poco perdido.

Bardo daba signos claros de hallarse extraviado, porque iba por los pasillos a toda velocidad sin seguir realmente un camino lógico. La cazadora empezaba a plantearse qué plan debía tener ese hombre.
Quizás, se dijo, no tenía intención de ir a buscar ninguna prueba en su contra y su único plan consistía en huir al refugio de la noche…

Eso puso más nerviosa a la joven cazadora. Si se detenía en la habitación donde descansaba la pirata, no tendría problema alguno en acorralarle, pero si lograba llegar a la salida del castillo, o peor aún, a los establos…Entonces la persecución sería mucho más desesperada. Y Lady Oblondra había dejado claro que deseaba hacerle unas cuantas preguntas al traidor antes de que este muriera.

El rebelde pareció dar un suspiro de alivio que descolocó a Atheris y entró en una habitación que no olía precisamente lo que se decía a rosas. Cuando la mujer encapuchada escuchó el inequívoco sonido de alguien que está aliviando la urgente necesidad de su vejiga, tuvo la tentación de lanzar una maldición a viva voz.
Este no era el traidor. Sólo era un pobre que no sabía dónde estaba el baño

Justo cuando iba a dar media vuelta enfurruñada para regresar al punto de partida, oyó unos pasos que se acercaban. Maldijo la suerte que estaba teniendo aquella noche, pues no le daba tiempo a esconderse adecuadamente, ni tenía tampoco muchos rincones en los que ocultarse en aquella parte del castillo.

Por el pasillo por el que ella había venido persiguiendo a Bardo apareció Hawk, con cara de medio dormido, pero con una expresión firme. Cuando la vio parada en mitad del camino frunció el ceño, pues pareció reconocerla del encuentro en el comedor, aunque ella seguía llevando la capucha que la protegía de miradas indiscretas como aquella.
Hawk se acercó a ella y la miró con expresión severa, casi enfadada.

-          ¿Este es el plan? –dijo con voz ronca, a medio despertar- ¿Perseguirnos por los pasillos hasta que el traidor se delate?
-          Si vosotros lo hubierais descubierto por vuestra propia mano, esto no sería necesario- respondió ella

Casi inmediatamente de haber dicho aquellas palabras se arrepintió de haberlas pronunciado. La voz femenina que las había soltado sin pensar por el enfado la delataba. El hecho de ser mujer no le molestaba a ella, pero al parecer si al resto del mundo, pues en cuando descubrían que no era un varón tendían a tratarla con menos respeto.
Y eso Atheris lo detestaba. No esperó a escuchar la respuesta de Hawk, pues se esperaba algún tipo de comentario despectivo o burla.

-          Volved a la estancia. –dijo, secamente- Y no hagáis ruido. Seguiré tratando de llevar a cabo el plan hasta que salga el traidor
-          Eso si hay un traidor –respondió Hawk, con fuego en los ojos- ¡Nos habéis acusado y ni siquiera estáis segura de que exista uno!
-          ¿Qué ocurre…?

La voz de Bardo impidió que Atheris pudiera responder con su lengua o con su puño cerrado y tuvo tiempo de serenarse. Bardo les miraba con la sorpresa en su mirada, sin comprender por qué de pronto había tanta gente en un pasillo solitario, aunque también era muy consciente que en su desesperada carrera a la letrina no se había fijado demasiado bien en su alrededor.

-          No importa. Seguidme los dos hasta la habitación, maldita sea.

El camino de vuelta fue humillante para Atheris, aunque ninguno de los tres medió palabra. Se había convencido tanto de que Bardo era el traidor que la decepción que sentía al haber fallado la enfurruñaba y le impedía tranquilizarse completamente. Sentía que ahora era casi una cuestión personal.
Por el contrario, Bardo parecía bastante satisfecho ahora que su cuerpo ya no le pedía a gritos bajarse los pantalones. Hawk estaba más relajado, como si el enfado hubiera desaparecido de su mente en cuestión de segundos y de vez en cuando hacía alguna broma con el otro rebelde. Si no hablaban más entre si era por las miradas furibundas que Atheris lanzaba.

Llegaron a la encrucijada en la que Bardo se había detenido, cuando de pronto, Atheris escuchó el sonido de unos pasos correr sin miramientos por el suelo de piedra del pasillo contrario al que ellos venían. Cuando miró en la dirección del sonido, vio una figura escapando, alejándose cada vez más de ellos.
En dirección a la habitación de Lyra.

Lanzó una mirada a los dos rebeldes y notó en sus ojos la misma expresión que seguramente ella tendría en su rostro cubierto por la capucha. Medio segundo después empezó a correr como alma que persigue el diablo detrás del desconocido, con la determinación de un cazador que no piensa dejar que su presa se escape.
Oía a sus espaldas los pasos de Bardo y Hawk, que parecían haberse sumado a ella en la captura del traidor, pero no tenía tiempo para gritarles que se fueran. La adrenalina que corría por sus venas hizo que todos los detalles se hicieran más nítidos en su mente, como si sus ojos estuvieran planeando de manera independiente a su cerebro.
El traidor no corría tan rápido como ella, ni parecía saberse el camino con determinación. Era sólo cuestión de tiempo que lo atraparan.

Atheris aceleró tanto como sus piernas se lo permitieron, hasta que sintió que todos los músculos de su cuerpo le dolían y dejaban de ser suyos, como si ella sólo estuviera ocupando la carne de forma temporal y esta decidiera moverse por su cuenta.
Sentía la capa hondeando y por un instante estuvo tentada de quitársela para poder desplazarse mejor, pero sus manos estaban demasiado centradas en la carrera como para poder hacer otro gesto.

Estaba tan cerca…

Pero él se sabía perseguido, por lo que aumentó el ritmo. El traidor pasó al lado de una mesa que tenía algunos jarrones delicadamente decorados con flores y la tiró al suelo en un solo gesto, demostrando que era lo suficientemente fuerte como para hacer eso y no detener la carrera.
Atheris saltó por encima de la mesa, pero tuvo la mala suerte de caer encima de uno de los jarrones que habían permanecido intactos en el suelo y resbaló, deteniendo la carrera de golpe. Bardo y Hawk no iban a poder saltar el mueble y estaban rodeándolo, perdiendo unos segundos preciosos de tiempo que la muchacha supo que no iban a recuperar.

En un gesto desesperado, Atheris desenfundó rápidamente uno de los múltiples cuchillos que llevaba y se lo lanzó al traidor.
Le dio de refilón, en el hombro. Ella lanzó una maldición, pues el hombre, a pesar de haber hecho un gesto de dolor, no paró la carrera y se alejó de ellos por los pasillos.

-          ¡Huye, cobarde! –grito Hawk, ayudando a Atheris a levantarse, con la cara roja por el esfuerzo de la carrera y crispada por la rabia- ¡Corre perseguido por la vergüenza!
-          No irá muy lejos –dijo Bardo, en tono muy serio- Se dirigirá a la habitación de Lyra. Seguidle, mientras despierto a los demás.

Atheris calculó mentalmente el camino más rápido a la estancia donde descansaba la capitana, pero si quería llegar a tiempo tendría que hacer acopio de todas sus fuerzas. No prestó atención a cómo Bardo regresaba, pero si miró a Hawk fijamente, con el rostro serio.

-          Pase lo que pase, no me retrases 


No hay comentarios:

Publicar un comentario