La noche ocultó los gritos, el
llanto y el dolor de Ayla, como ocultó todos los sonidos que pudieran perturbar
el aparente sueño tranquilo que los rebeldes estaban disfrutando en la gran
estancia que Lady Oblondra les había cedido.
Pero la sombra que se ocultaba
en el escondrijo que le permitía observarles al detalle sabía que ninguno de
ellos se había acostado con la mente tranquila, cada uno por su razón. Echados
en sus camastros de paja improvisados, con mantas de lana gruesa, estaban más
cómodos de lo que nunca habrían estado en el bosque o en una cueva, pero las
noticias que habían recibido en la conversación con la noble les habían cortado
cualquier posibilidad de una noche de verdadero descanso.
El mañana resultaba amenazador
para la mayoría de ellos. La existencia del traidor colgaba por encima de ellos
como una espada de Damocles que fuera a caer en cualquier momento, pero no lo
haría sólo sobre uno de ellos, sino sobre todos.
Al fin y al cabo, fuese quien
fuese el que les había vendido, su presencia les heriría a todos.
La sombra que les espiaba se
removió un poco en su escondrijo, incómoda por mantenerse en estricta quietud
durante tantas horas. Aún olía a caballo y nada en el mundo le hubiese gustado
más que darse un buen baño con agua caliente y dormir toda la noche en una de
las confortables camas del castillo, pero el deber le impedía pegar los ojos.
Mantenía la capucha cubriéndole el rostro, aunque estaba tan bien escondida que
no resultaba necesaria.
Escuchó a Víctor murmurar algo
entre pesadillas y lanzó un silencioso suspiro. Se había interpuesto entre el
rebelde y su señora porque había visto verdadero dolor en los ojos de aquel
hombre desesperado y porque sabía que en un momento de rabia podría haber
llegado a herirla. Pero sentía simpatía hacia él. No podía culparle por haber
reaccionado por esa manera, y por ello deseaba que no fuera Víctor el traidor
que buscaba.
Oyó a uno de los gatos del
castillo maullar insistentemente, el viento colarse entre los postigos de
algunas ventanas y el roce de las mantas al ser recolocadas entre las nieblas
del sueño. Era tal la quietud y tranquilidad del momento que por un instante se
planteó si no podría echar una cabezadita en algún momento.
Resultaba tan tentador…
De pronto el crujido de la paja
le hizo ponerse en guardia. Había pasado toda la noche escuchando cómo los
durmientes se movían y sabía reconocer cuándo alguien cambiaba de postura y
cuándo alguien se estaba levantando. Y en ese caso, era lo segundo.
Se mantuvo inmóvil, observando
los cuerpos, hasta que sus ojos acostumbrados a ver un ratón en la oscuridad
del bosque vieron cuál de los rebeldes era el que estaba despierto. Era de
complexión musculosa y alta, el típico hombre que lucha con la fuerza de sus
brazos y tiene la ventaja de ser robusto.
Cuando finalmente se levantó,
ella a ella le pareció reconocerlo. Lady Oblondra le había indicado que ese
tenía el nombre de Bardo.
El rebelde se levantó con
cuidado, tratando de no hacer ruido. Era más ágil de lo que parecía, pero eso
no evitó que chocara levemente con otro rebelde dormido, el que hacía llamarse
Hawk. Bardo se quedó quieto hasta que creyó que el otro seguía perdido en el
reino de los sueños, y salió de la sala de puntillas.
Atheris se mantuvo en las
sombras hasta que lo vio pasar. La idea desesperada de su señora parecía haber
funcionado.
Con el cuidado de un gato que
pretende cazar un ratón desprevenido, la misteriosa muchacha con ropas de
cazador se deslizó con cuidado fuera de la estancia. Llevaba unas botas de
cuero blando que le permitían dar pasos sin hacer apenas sonido alguno, lo que,
sumado a su habilidad por escurrirse entre las sombras, la hacían casi
invisible.
E indetectable siguió por los
pasillos a Bardo, quien parecía moverse demasiado rápido para alguien que no
tiene nada que esconder.
Lo que no sabía la mensajera
era qué haría una vez lo tuviera acorralado. Por experiencia sabía que los
animales puestos contra las cuerdas eran los que más ferozmente luchaban en
busca de una esperanza mínima. Si se daba el caso de tener que defenderse de
aquel rebelde tendría que hacer uso de toda su habilidad para detenerle y no
fallar a su señora.
Recordaba la conversación que
había tenido con la noble. Era de vital importancia encontrar el hombre que les
estaba pasando información a sus enemigos, pues ahora todos ellos habían visto
el rostro de Lady Oblondra. Si el traidor lograba llegar a su destino, lord
Crhysos la condenaría a muerte junto a todos sus sirvientes, entre los cuales
se incluía ella misma.
Su señora había confiado en
sus manos su futuro, su vida y el de todos los que sufrirían a manos del
regente si llegaban a descubrirla. No podía fallar.
Simplemente, no podía
permitirse un margen de error.
El rebelde se quedó quieto en
un cruce de caminos, mirando a ambos lados. A Atheris le pareció que Bardo se
ponía nervioso, como si la indecisión hiciera que cada segundo que pasara fuera
cada vez más pesado y angustiante. La cazadora sabía que el traidor iría a la
habitación donde estaba durmiendo Lyra, en donde creía que habría la
información que le delataba, y que no tenía mucho tiempo para hacerlo antes de
que alguien reparara en su ausencia. De ahí su nerviosismo…
De pronto el rebelde se
decidió por uno de los dos lados y empezó a correr. A Atheris le sorprendió el
súbito cambio de ritmo, pero no se dejó amilanar y lo siguió a la misma
distancia. Ella se enorgullecía de tener un físico capaz de aguantar horas
persiguiendo a su presa y ahora no iba a dejar que esta se le escapara.
Pero le pareció que para estar
tan interesado en encontrar la habitación de Lyra, el traidor iba un poco
perdido.
Bardo daba signos claros de
hallarse extraviado, porque iba por los pasillos a toda velocidad sin seguir
realmente un camino lógico. La cazadora empezaba a plantearse qué plan debía
tener ese hombre.
Quizás, se dijo, no tenía
intención de ir a buscar ninguna prueba en su contra y su único plan consistía
en huir al refugio de la noche…
Eso puso más nerviosa a la
joven cazadora. Si se detenía en la habitación donde descansaba la pirata, no
tendría problema alguno en acorralarle, pero si lograba llegar a la salida del
castillo, o peor aún, a los establos…Entonces la persecución sería mucho más
desesperada. Y Lady Oblondra había dejado claro que deseaba hacerle unas
cuantas preguntas al traidor antes de que este muriera.
El rebelde pareció dar un
suspiro de alivio que descolocó a Atheris y entró en una habitación que no olía
precisamente lo que se decía a rosas. Cuando la mujer encapuchada escuchó el
inequívoco sonido de alguien que está aliviando la urgente necesidad de su
vejiga, tuvo la tentación de lanzar una maldición a viva voz.
Este no era el traidor. Sólo
era un pobre que no sabía dónde estaba el baño
Justo cuando iba a dar media
vuelta enfurruñada para regresar al punto de partida, oyó unos pasos que se
acercaban. Maldijo la suerte que estaba teniendo aquella noche, pues no le daba
tiempo a esconderse adecuadamente, ni tenía tampoco muchos rincones en los que
ocultarse en aquella parte del castillo.
Por el pasillo por el que ella
había venido persiguiendo a Bardo apareció Hawk, con cara de medio dormido,
pero con una expresión firme. Cuando la vio parada en mitad del camino frunció
el ceño, pues pareció reconocerla del encuentro en el comedor, aunque ella
seguía llevando la capucha que la protegía de miradas indiscretas como aquella.
Hawk se acercó a ella y la
miró con expresión severa, casi enfadada.
-
¿Este es el plan?
–dijo con voz ronca, a medio despertar- ¿Perseguirnos por los pasillos hasta
que el traidor se delate?
-
Si vosotros lo
hubierais descubierto por vuestra propia mano, esto no sería necesario-
respondió ella
Casi inmediatamente de haber
dicho aquellas palabras se arrepintió de haberlas pronunciado. La voz femenina
que las había soltado sin pensar por el enfado la delataba. El hecho de ser
mujer no le molestaba a ella, pero al parecer si al resto del mundo, pues en
cuando descubrían que no era un varón tendían a tratarla con menos respeto.
Y eso Atheris lo detestaba. No
esperó a escuchar la respuesta de Hawk, pues se esperaba algún tipo de
comentario despectivo o burla.
-
Volved a la
estancia. –dijo, secamente- Y no hagáis ruido. Seguiré tratando de llevar a
cabo el plan hasta que salga el traidor
-
Eso si hay un
traidor –respondió Hawk, con fuego en los ojos- ¡Nos habéis acusado y ni
siquiera estáis segura de que exista uno!
-
¿Qué ocurre…?
La voz de Bardo impidió que
Atheris pudiera responder con su lengua o con su puño cerrado y tuvo tiempo de
serenarse. Bardo les miraba con la sorpresa en su mirada, sin comprender por
qué de pronto había tanta gente en un pasillo solitario, aunque también era muy
consciente que en su desesperada carrera a la letrina no se había fijado
demasiado bien en su alrededor.
-
No importa.
Seguidme los dos hasta la habitación, maldita sea.
El camino de vuelta fue
humillante para Atheris, aunque ninguno de los tres medió palabra. Se había
convencido tanto de que Bardo era el traidor que la decepción que sentía al
haber fallado la enfurruñaba y le impedía tranquilizarse completamente. Sentía
que ahora era casi una cuestión personal.
Por el contrario, Bardo
parecía bastante satisfecho ahora que su cuerpo ya no le pedía a gritos bajarse
los pantalones. Hawk estaba más relajado, como si el enfado hubiera
desaparecido de su mente en cuestión de segundos y de vez en cuando hacía
alguna broma con el otro rebelde. Si no hablaban más entre si era por las
miradas furibundas que Atheris lanzaba.
Llegaron a la encrucijada en
la que Bardo se había detenido, cuando de pronto, Atheris escuchó el sonido de
unos pasos correr sin miramientos por el suelo de piedra del pasillo contrario
al que ellos venían. Cuando miró en la dirección del sonido, vio una figura
escapando, alejándose cada vez más de ellos.
En dirección a la habitación
de Lyra.
Lanzó una mirada a los dos
rebeldes y notó en sus ojos la misma expresión que seguramente ella tendría en
su rostro cubierto por la capucha. Medio segundo después empezó a correr como
alma que persigue el diablo detrás del desconocido, con la determinación de un
cazador que no piensa dejar que su presa se escape.
Oía a sus espaldas los pasos
de Bardo y Hawk, que parecían haberse sumado a ella en la captura del traidor,
pero no tenía tiempo para gritarles que se fueran. La adrenalina que corría por
sus venas hizo que todos los detalles se hicieran más nítidos en su mente, como
si sus ojos estuvieran planeando de manera independiente a su cerebro.
El traidor no corría tan
rápido como ella, ni parecía saberse el camino con determinación. Era sólo
cuestión de tiempo que lo atraparan.
Atheris aceleró tanto como sus
piernas se lo permitieron, hasta que sintió que todos los músculos de su cuerpo
le dolían y dejaban de ser suyos, como si ella sólo estuviera ocupando la carne
de forma temporal y esta decidiera moverse por su cuenta.
Sentía la capa hondeando y por
un instante estuvo tentada de quitársela para poder desplazarse mejor, pero sus
manos estaban demasiado centradas en la carrera como para poder hacer otro
gesto.
Estaba tan cerca…
Pero él se sabía perseguido,
por lo que aumentó el ritmo. El traidor pasó al lado de una mesa que tenía
algunos jarrones delicadamente decorados con flores y la tiró al suelo en un
solo gesto, demostrando que era lo suficientemente fuerte como para hacer eso y
no detener la carrera.
Atheris saltó por encima de la
mesa, pero tuvo la mala suerte de caer encima de uno de los jarrones que habían
permanecido intactos en el suelo y resbaló, deteniendo la carrera de golpe.
Bardo y Hawk no iban a poder saltar el mueble y estaban rodeándolo, perdiendo
unos segundos preciosos de tiempo que la muchacha supo que no iban a recuperar.
En un gesto desesperado,
Atheris desenfundó rápidamente uno de los múltiples cuchillos que llevaba y se
lo lanzó al traidor.
Le dio de refilón, en el
hombro. Ella lanzó una maldición, pues el hombre, a pesar de haber hecho un
gesto de dolor, no paró la carrera y se alejó de ellos por los pasillos.
-
¡Huye, cobarde!
–grito Hawk, ayudando a Atheris a levantarse, con la cara roja por el esfuerzo
de la carrera y crispada por la rabia- ¡Corre perseguido por la vergüenza!
-
No irá muy lejos
–dijo Bardo, en tono muy serio- Se dirigirá a la habitación de Lyra. Seguidle,
mientras despierto a los demás.
Atheris calculó mentalmente el
camino más rápido a la estancia donde descansaba la capitana, pero si quería
llegar a tiempo tendría que hacer acopio de todas sus fuerzas. No prestó
atención a cómo Bardo regresaba, pero si miró a Hawk fijamente, con el rostro
serio.
-
Pase lo que pase,
no me retrases
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