sábado, 21 de junio de 2014

8- De abajo a arriba

-          ¿Nos puedes contar por qué diablos te has metido con el guardia?- preguntó Dante, deshaciéndose con mano experta de las pobres ataduras de cuerda que habían hecho el papel de parecer firmes- Podrías haber estropeado el plan por un momento de chulería
-          Al contrario –respondió el contacto- Nos han enviado al fondo de la prisión, más cercano a Lyra y a la salida posterior.
-          Y también más vigilado –dijo Hawk, mirando con discreción entre los barrotes

La celda no difería de cualquier otra celda en el mundo, salvo por el hecho de que era terriblemente fría y húmeda. Había goterones por todos lados imposibles de tapar a menos que se contaran con unas herramientas especializadas y las corrientes de aire cruzaban los pasadizos de piedra negra como fantasmas, silbando y aullando las terribles maldiciones del viento.
Se oían de forma constante toses y estornudos provenientes de los otros presos. Algunos, afectados por la fiebre, gemían suavemente de vez en cuando e incluso deliraban palabras que sólo ellos entendían.
Esperaban por su bien que Lyra no estuviera tan enferma.

Cuando Hawk les hizo una señal, afirmando que no había ningún guardia vigilando, todos se levantaron las camisas. Debajo de la ropa llevaban atadas las cuerdas con las que iban a huir, enrolladas al torso, además de pequeños cuchillos fáciles de ocultar. El hombre de la sonrisa obligada sacó de uno de sus bolsillos un mapa rudimentario de la prisión.

-          Agradezcamos la suerte de que no nos hayan registrado teniendo éxito en esta empresa-dijo, tendiendo el mapa en el suelo y señalando algunos puntos- Aquí hay dos guardias que siempre vigilan el balcón posterior, habrá que hacer algo con ellos. Por esta zona –dijo señalando otra parte del mapa- está encerrada Lyra.
-          ¿Propones que nos separemos? –Dijo Denzel, mirando el mapa y estudiándolo concienzudamente
-          Es la única manera de cubrir los dos espacios rápido y sin llamar demasiado la atención- respondió el contacto- Veamos. Hawk, Víctor y yo iremos a por Lyra. Denzel, Bardo, Pasku y Dante, a por los guardias del balcón. Ante todo, lo más importante es que nadie de la voz de alarma.

Todos asintieron con la cabeza y se pusieron manos a la obra, conscientes de que el tiempo jugaba en su contra. Tenían apenas diez minutos para salir de aquel pasillo antes de que pasara un guardia de patrulla, y debían esperar que no se detuviera en su celda a otear en la oscuridad para verles. A partir de ahí, cada uno debería dirigirse hacia un lado esperando que su memoria no errara en los caminos, pues podían terminar en cualquier parte menos en donde debían.

Dante, que era el que mejores manos tenía para abrir puertas bloqueadas, se acercó a la cerradura con un par de ganzúas que había escondido en sus botas y se centró en su trabajo. Los demás esperaron, dedicando los últimos minutos de tranquilidad para repasar el mapa y sus objetivos.
Con un click que a ellos les sonó exageradamente fuerte, la cerradura se abrió. Como una exhalación salieron de aquel receptáculo, en parte agradecidos por no tener que aguantar más gotitas de agua en sus cabezas, y se dividieron en los grupos que habían planeado. Despidiéndose en silencio y con un gesto con la cabeza, se separaron.

El grupo que debía encargarse de los guardias por el camino y asegurar el camino de huida fue el que más rápido localizó su objetivo, pero también el que más velozmente se vio en problemas. Avanzando en silencio por los pasillos, los cuatro -Denzel, Pasku, Bardo y Dante- procuraban fundirse con la piedra oscura de la que estaban hechos los pasillos.

Sin embargo, la suerte que los había acompañado hasta ese momento quiso cobrarse el precio de tanto esfuerzo.
Mientras caminaban, una mano enfundada en ropa mugrienta y húmeda salió a una velocidad propia de una serpiente atacando y se aferró con fuerza en la pierna de Bardo. Gracias a los pantalones gruesos que llevaba, las uñas del desgraciado no se clavaron en su piel, pero notaba la presión de los afilados y desesperados extremos. Intentó liberarse del agarre del prisionero enfermo mientras este tosía sangre y temblaba por la fiebre, pero resultaba muy difícil hacerlo en silencio y sin llamar la atención de otros prisioneros.

-          Por favor…-masculló el preso, mirando a los rebeldes con la desesperanza pintada en el rostro

Bardo quería quitárselo de encima como fuera, pero cada movimiento de su pierna intentando apartar al hombre le hacía sentirse miserable por la suerte del pobre reo. Miró a los demás con consternación y vio en ellos la misma duda que empezaba a crecerle en el pecho, pero también el miedo a ser descubierto.

Sin embargo, la duda duró lo mismo que dos latidos acelerados de corazón, porque cuando Bardo levantó la vista, había un guardia devolviéndole la mirada en el otro extremo del pasillo sólo iluminado por algunas antorchas mortecinas.
El tiempo se detuvo y nadie se atrevió a mover un músculo. Sólo el prisionero enfermo seguía tosiendo y suplicando en voz tan baja que apenas podía percibirse, pero nadie parecía escucharle. Era como si ninguna de sus mentes fuera capaz de reaccionar.
Hasta que el sonido metálico de la espada del guardia saliendo de su vaina los hizo reaccionar.

Pasku cogió por el hombro a Bardo y tiró de él con fuerza, librándolo del agarre e iniciando junto a los demás la carrera más desesperada de sus vidas. Oían el entrechocar de la armadura del guardia corriendo en pos de ellos, pero por ahora no gritaba y eso les daba un poco de ventaja.
Pero al huir perdieron completamente cualquier orientación que pudieran haber tenido, por lo que pronto se encontraron por zonas de la cárcel que ni siquiera recordaban que estuvieran en el mapa.

-          ¡Por aquí! –gritó Dante, con ambos cuchillos en la mano, aún sabiendo que atacando de frente iban a ser del todo inútiles

Giraron rápidamente a la derecha en una encrucijada, pasando a una zona más iluminada. Sin dejar de correr intentaron volver a orientarse, pero todos los pasillos tenían el mismo aspecto para alguien que no los conocía y las piernas empezaban a cansarse de tanta carrera.
De pronto oyeron como a sus espaldas el guardia empezaba a gritar, dando la voz de alarma. Por si eso fuera poco, delante de él sólo había celdas y una puerta de madera que les impedía el paso.
Mientras corrían se miraron entre sí, preguntándose si esa no sería la última vez que lo hicieran. Denzel aceleró su ritmo y echó el hombro delante, chocando contra la puerta cerrada. La madera crujió terriblemente y la cerradura cedió, dejando que el cuerpo de Denzel cayera al suelo bruscamente al no poder mantener el equilibrio después de la fuerza empleada.
Los demás saltaron por encima de él y cerraron de nuevo la puerta rápidamente, quedándose Pasku apoyado contra la madera para impedir que pasaran, ya que el cierre estaba completamente inservible.

Denzel se levantó gruñendo y aferrándose el hombro dolorido, que afortunadamente no estaba herido más allá de una contusión.

-          ¡Tenían que pasar diez minutos antes de que apareciera un guardia! –gritó, utilizando la ira para sobrellevar el dolor

Nadie quiso decir nada al respecto, pues no había nada que pudieran alegar a lo que había dicho el soldado. Todo el plan se había cimentado sobre una base circunstancial que les había fallado. Debían improvisar rápidamente para poder tener alguna posibilidad, pero la situación no era precisamente óptima para ponerse a pensar con calma los pasos a seguir.
Si pensaban que la complicación terminaba ahí, se equivocaban, pues lo que parecían cinco guardias gritando a voces empezaron a golpear la puerta.

La habitación no les daba muchas opciones. Era de tamaño mediano, pero parecía más pequeña de lo que era porque estaba llena de baúles cerrados con candado. Sólo había una ventana, al fondo de la habitación, pero por el sonido que les llegaba daba directamente al mar y no era una vía de escape demasiado segura.
Por tal de conseguir un poco de tiempo y espacio, arrastraron los baúles y los pusieron contra la puerta, liberando a Pasku del esfuerzo de tener que aguantarla.

-          No me apetece morir con las botas puestas –dijo Bardo, desenvainando la espada- Pero creo que no tenemos más alternativa.
-          Si son sólo cinco podríamos conseguirlo- dijo Dante
-          Pero no sabemos cuántos son, o cuántos van a llegar después de esos cinco –respondió Denzel, negativo- Lo único bueno es que están distraídos con nosotros y eso le servirá a los demás

Mientras hablaban, Pasku sacó la cabeza por la ventana, en silencio. Era lo suficientemente grande como para que todos pudieran pasar, hasta Denzel y Bardo, que eran los de espaldas más anchas. Pero por mucho que pudieran pasar, eso se volvía inútil si lo único que conseguían era caer a las inclementes olas que arañaban con violencia el acantilado.
Pasku tenía un sano miedo a las alturas, pero ignorarlo le había salvado más de una vez y ahora no sentía deseos de luchar contra todos los guardias de la prisión. Sacó medio cuerpo por la ventana con cuidado y miró a los dos lados y hacia arriba, con la esperanza de encontrar otra vía, la que fuera.

Finalmente dio con lo que buscaba, pero tuvo la sensación de que no iba a gustarles a sus compañeros.

Estos habían desenfundado las armas y estaban elaborando un plan muy arriesgado sobre cómo luchar contra los guardias. Al estar dentro de la habitación podían intentar transformar la puerta en un cuello de botella, pero no dejaba de ser una idea que dependía de muchos factores basados en la suerte.
Sin que ellos le prestaran atención, Pasku desenvainó su espada y le dio un fuerte golpe a uno de los candados de los baúles, haciendo que todos dieran un salto apuntando las armas hacia él.

-          Perdón –les dijo, con una especie de expresión de disculpa
-          ¿Pero qué estás haciendo? –dijo Bardo con enfado reprimido, tenso como los demás por la situación
-          Bueno, a nadie se le ha ocurrido mirar qué había dentro.

Abrió la tapa, esperando encontrar cuerdas, armas, bombas o un genio de los deseos; cualquier cosa que pudiera servirles para la huída. No pudo evitar poner cara de decepción cuando vio que en esos baúles sólo había piezas de uniformes.
Pero improvisó. Les iba la vida en ello.

-          Podemos salir por la ventana. Es un poco arriesgado, pero si yo consigo no caerme y encaramarme a la ventana del piso de arriba, puedo atar una cuerda y podemos subir los demás.
-          …Tú has decidido que tienes ganas de morir –dijo Dante
-          Bueno, prefiero intentarlo a quedarme esperando.

Algo muy fuerte empezó a golpear la puerta, como si los guardias hubieran conseguido un ariete. Los impactos eran suficientemente intensos como para que la madera empezara a astillarse y pequeños pedacitos de madera volaran por la habitación. Los baúles resistían e impedían el avance, pero con ellos sólo habían conseguido unos cuantos minutos más.
Bardo empezó a amontonar más de ellos, aún sabiendo que sólo estaba retrasando lo inevitable. Pasku se quitó la capa y con un movimiento brusco la rompió, empezando a hacer tiras de tela para unirlas con fuertes nudos. Los demás, viendo que era mejor aferrarse a un clavo ardiendo que dejarse caer, hicieron lo propio con las suyas y al cabo de unos minutos los rebeldes tenían una cuerda improvisada.

Pasku se la ató a la cintura y le tendió el extremo a Denzel.

-          Voy a intentar llegar. Si me caigo, sujetadme fuerte –dijo, en el tono más seguro que pudo dar
-          Espero que hayas hecho bien los nudos- respondió el soldado intentando dedicarle una sonrisa tranquilizadora

Pasku se acercó a la ventana, respiró hondo y se encaramó a ella. Sólo con sacar medio cuerpo fuera sintió la fuerte corriente de aire y el olor salado del mar llenando su nariz. El viento helado hizo que sus ojos lloraran durante unos instantes, pero pudo resistir. Poco a poco, fue sacando el cuerpo, girando sobre sí mismo hasta quedar sentado en el alfeizar de la ventana. Aunque llevaba la cuerda firmemente atada en su cintura, se sentía terriblemente inseguro, pues era consciente de que quizás el amarre no iba a resistir su peso si se le sumaba la inercia de la caída.
Buscó con los dedos el primer asidero en el que agarrarse e hizo fuerza. Necesitó toda su concentración para mantener los dedos sujetos y que no resbalaran en la piedra negra, pues resultaba ser tan resbaladiza como parecía. Finalmente, llevando al límite sus músculos, consiguió quedar levantado en la pared, con los pies aún en la ventana.
Ahora venía la peor parte.

Mientras su mano izquierda aún se agarraba desesperadamente al asidero, la derecha empezó a buscar el siguiente. No podía utilizar aún los pies, porque en el dintel de la ventana no había nada en los que apoyarse, por lo que se alzó utilizando únicamente la fuerza de sus brazos.

Los músculos le ardían por el esfuerzo, le dolía terriblemente el hombro y notaba como los dedos empezaban a quedar entumecidos por la fuerza que estaba imprimiendo sobre ellos. Pero tenía que resistir o caería, y nada le aseguraba que pudiera salvarse. Se sintió de nuevo como en el pantano, moviéndose sólo porque lo que le quedaba a la espalda era mucho peor y en su fuero interno se prometió a si mismo que cuando terminara todo aquello pensaba regalarse un banquete con los mejores manjares que Dante tuviera en su despensa.
Especialmente, quesos. Pensaba comerse trescientos quesos si salía de esa.

Tenía la sensación de que los dedos y los pies iban a resbalársele en cualquier momento, pero siguió subiendo poco a poco. Tenía prisa, pero no pensaba arriesgarse más de lo necesario. Alzó la vista, apartando la mirada que tenía fija en el muro, y se fijó en que le quedaba la mitad de camino. No quiso comprobarlo mirando hacia abajo porque sabía que si lo hacía, se caería por el miedo a las alturas.

Siguió subiendo con pericia y miedo a partes iguales. Allí donde la habilidad fallaba, la adrenalina le daba reflejos más rápidos y un poco más de fuerza.
Pero todo tiene un límite.

De pronto uno de sus pies fallo, resbaló y Pasku quedó sujeto por una mano. Se movió desesperadamente, moviendo los pies con histeria buscando el asidero en el que apoyarlos, pero sólo consiguió cansar más su mano e ir resbalando. La piedra que estaba aguantándole se movió amenazadoramente, como diciéndole que no tardaría mucho el soltarse y que ya podía irse despidiendo de sobrevivir y comer queso.
Durante unos instantes, se dejó llevar por la idea de aceptar lo que le iba a sobrevenir. Dejarse caer, sentir el viento chocando contra su cuerpo mientras se acercaba vertiginosamente al océano, hundirse entre las olas hasta sentir como el frío del mar le congelaba el cuerpo y finalmente, le arrebataba el alma…
Pero no quería morir. No le apetecía en absoluto. La misma voluntad que lo había impulsado a seguir adelante ahora no quería desaparecer por muy terrible que fuera la situación. Una voluntad impulsada por un deseo firme que no iba a dejar que se rindiera fue lo que le permitió recobrar la calma y volver a hacer fuerza con los músculos hasta encontrar de nuevo asideros donde aferrarse.

Finalmente, tras mucho esfuerzo, llegó a la ventana del piso superior. No estaba abierta, pero le importó exactamente medio quilo de pepinos y rompió el cristal con el puño. La abrió, se deslizó dentro y se dejó caer en el suelo, respirando con dificultad.

Minutos más tarde Denzel oyó que gritaban su nombre desde arriba. Lanzó un suspiro de alivio y tiró de la cuerda que había estado sujetando, notando que ahora estaba tensa, como si Pasku la hubiera atado y se pudiera subir por ella.

-          Espera- dijo Dante- podríamos utilizar lo que hay en los baúles
-          ¿E ir disfrazados por ahí de guardias? –preguntó Bardo en tono escéptico, pero al ir pronunciando la frase el modo en la que lo decía fue pasando de “es una idea pésima” a “podría ser la solución a todo”.

Denzel asintió y abriendo la tapa del baúl que Pasku había roto, empezaron a sacar piezas para ponérselas y por lo menos dar el pego, cogiendo algunas para su compañero que estaba arriba. Si bien no resultarían muy convincentes de cerca, si eran discretos y mantenían la distancia, las piezas de armadura les camuflarían por la prisión.

Dante fue el que primero subió, ágil y rápido gracias a la cuerda.  Denzel fue el siguiente, quien tuvo algunas dificultades para pasar por la ventana debido a su musculatura, pero consiguió pasar y subir sin demasiado esfuerzo.
Bardo aseguró la puerta con el resto de baúles e hizo lo propio.

Sin embargo, cuando Bardo estaba a punto de llegar, los nudos de la cuerda empezaron a resentirse. Con sus compañeros sujetando el extremo por un lado y gritándole para que se diera prisa, el rebelde fue avanzando con cuidado pero deprisa, notando como la resistencia del filamento iba rebajándose a un ritmo demasiado acelerado para su gusto.

Denzel lo atrapó por el brazo justo cuando los nudos de la cuerda se soltaron, salvándolo de milagro.

Una vez todos estuvieron dentro, se tomaron un respiro de un par de minutos. Lo menos probable era que los guardias les buscaran en el piso de arriba, pues al ver la ventana abierta pensarían que habrían saltado al mar, intentando huir.
No obstante, tampoco podían gozar de todo el tiempo del mundo. Víctor, Hawk y el hombre de la sonrisa marcada les necesitaban y ya habían perdido mucho rato en la huida. Debían volver a bajar al piso de abajo y encontrar el balcón por el que huirían.




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