-
¿Nos puedes contar
por qué diablos te has metido con el guardia?- preguntó Dante, deshaciéndose
con mano experta de las pobres ataduras de cuerda que habían hecho el papel de
parecer firmes- Podrías haber estropeado el plan por un momento de chulería
-
Al contrario
–respondió el contacto- Nos han enviado al fondo de la prisión, más cercano a
Lyra y a la salida posterior.
-
Y también más
vigilado –dijo Hawk, mirando con discreción entre los barrotes
La celda no difería de
cualquier otra celda en el mundo, salvo por el hecho de que era terriblemente
fría y húmeda. Había goterones por todos lados imposibles de tapar a menos que
se contaran con unas herramientas especializadas y las corrientes de aire
cruzaban los pasadizos de piedra negra como fantasmas, silbando y aullando las
terribles maldiciones del viento.
Se oían de forma constante
toses y estornudos provenientes de los otros presos. Algunos, afectados por la
fiebre, gemían suavemente de vez en cuando e incluso deliraban palabras que
sólo ellos entendían.
Esperaban por su bien que Lyra
no estuviera tan enferma.
Cuando Hawk les hizo una
señal, afirmando que no había ningún guardia vigilando, todos se levantaron las
camisas. Debajo de la ropa llevaban atadas las cuerdas con las que iban a huir,
enrolladas al torso, además de pequeños cuchillos fáciles de ocultar. El hombre
de la sonrisa obligada sacó de uno de sus bolsillos un mapa rudimentario de la
prisión.
-
Agradezcamos la
suerte de que no nos hayan registrado teniendo éxito en esta empresa-dijo,
tendiendo el mapa en el suelo y señalando algunos puntos- Aquí hay dos guardias
que siempre vigilan el balcón posterior, habrá que hacer algo con ellos. Por
esta zona –dijo señalando otra parte del mapa- está encerrada Lyra.
-
¿Propones que nos
separemos? –Dijo Denzel, mirando el mapa y estudiándolo concienzudamente
-
Es la única manera
de cubrir los dos espacios rápido y sin llamar demasiado la atención- respondió
el contacto- Veamos. Hawk, Víctor y yo iremos a por Lyra. Denzel, Bardo, Pasku
y Dante, a por los guardias del balcón. Ante todo, lo más importante es que
nadie de la voz de alarma.
Todos asintieron con la cabeza
y se pusieron manos a la obra, conscientes de que el tiempo jugaba en su
contra. Tenían apenas diez minutos para salir de aquel pasillo antes de que
pasara un guardia de patrulla, y debían esperar que no se detuviera en su celda
a otear en la oscuridad para verles. A partir de ahí, cada uno debería
dirigirse hacia un lado esperando que su memoria no errara en los caminos, pues
podían terminar en cualquier parte menos en donde debían.
Dante, que era el que mejores
manos tenía para abrir puertas bloqueadas, se acercó a la cerradura con un par
de ganzúas que había escondido en sus botas y se centró en su trabajo. Los
demás esperaron, dedicando los últimos minutos de tranquilidad para repasar el
mapa y sus objetivos.
Con un click que a ellos les
sonó exageradamente fuerte, la cerradura se abrió. Como una exhalación salieron
de aquel receptáculo, en parte agradecidos por no tener que aguantar más
gotitas de agua en sus cabezas, y se dividieron en los grupos que habían
planeado. Despidiéndose en silencio y con un gesto con la cabeza, se separaron.
El grupo que debía encargarse
de los guardias por el camino y asegurar el camino de huida fue el que más rápido
localizó su objetivo, pero también el que más velozmente se vio en problemas.
Avanzando en silencio por los pasillos, los cuatro -Denzel, Pasku, Bardo y
Dante- procuraban fundirse con la piedra oscura de la que estaban hechos los
pasillos.
Sin embargo, la suerte que los
había acompañado hasta ese momento quiso cobrarse el precio de tanto esfuerzo.
Mientras caminaban, una mano
enfundada en ropa mugrienta y húmeda salió a una velocidad propia de una
serpiente atacando y se aferró con fuerza en la pierna de Bardo. Gracias a los
pantalones gruesos que llevaba, las uñas del desgraciado no se clavaron en su
piel, pero notaba la presión de los afilados y desesperados extremos. Intentó
liberarse del agarre del prisionero enfermo mientras este tosía sangre y temblaba
por la fiebre, pero resultaba muy difícil hacerlo en silencio y sin llamar la
atención de otros prisioneros.
-
Por
favor…-masculló el preso, mirando a los rebeldes con la desesperanza pintada en
el rostro
Bardo quería quitárselo de
encima como fuera, pero cada movimiento de su pierna intentando apartar al
hombre le hacía sentirse miserable por la suerte del pobre reo. Miró a los
demás con consternación y vio en ellos la misma duda que empezaba a crecerle en
el pecho, pero también el miedo a ser descubierto.
Sin embargo, la duda duró lo
mismo que dos latidos acelerados de corazón, porque cuando Bardo levantó la
vista, había un guardia devolviéndole la mirada en el otro extremo del pasillo
sólo iluminado por algunas antorchas mortecinas.
El tiempo se detuvo y nadie se
atrevió a mover un músculo. Sólo el prisionero enfermo seguía tosiendo y
suplicando en voz tan baja que apenas podía percibirse, pero nadie parecía
escucharle. Era como si ninguna de sus mentes fuera capaz de reaccionar.
Hasta que el sonido metálico
de la espada del guardia saliendo de su vaina los hizo reaccionar.
Pasku cogió por el hombro a
Bardo y tiró de él con fuerza, librándolo del agarre e iniciando junto a los
demás la carrera más desesperada de sus vidas. Oían el entrechocar de la
armadura del guardia corriendo en pos de ellos, pero por ahora no gritaba y eso
les daba un poco de ventaja.
Pero al huir perdieron
completamente cualquier orientación que pudieran haber tenido, por lo que
pronto se encontraron por zonas de la cárcel que ni siquiera recordaban que
estuvieran en el mapa.
-
¡Por aquí! –gritó
Dante, con ambos cuchillos en la mano, aún sabiendo que atacando de frente iban
a ser del todo inútiles
Giraron rápidamente a la
derecha en una encrucijada, pasando a una zona más iluminada. Sin dejar de
correr intentaron volver a orientarse, pero todos los pasillos tenían el mismo
aspecto para alguien que no los conocía y las piernas empezaban a cansarse de
tanta carrera.
De pronto oyeron como a sus
espaldas el guardia empezaba a gritar, dando la voz de alarma. Por si eso fuera
poco, delante de él sólo había celdas y una puerta de madera que les impedía el
paso.
Mientras corrían se miraron
entre sí, preguntándose si esa no sería la última vez que lo hicieran. Denzel
aceleró su ritmo y echó el hombro delante, chocando contra la puerta cerrada.
La madera crujió terriblemente y la cerradura cedió, dejando que el cuerpo de
Denzel cayera al suelo bruscamente al no poder mantener el equilibrio después
de la fuerza empleada.
Los demás saltaron por encima
de él y cerraron de nuevo la puerta rápidamente, quedándose Pasku apoyado
contra la madera para impedir que pasaran, ya que el cierre estaba
completamente inservible.
Denzel se levantó gruñendo y
aferrándose el hombro dolorido, que afortunadamente no estaba herido más allá
de una contusión.
-
¡Tenían que pasar
diez minutos antes de que apareciera un guardia! –gritó, utilizando la ira para
sobrellevar el dolor
Nadie quiso decir nada al
respecto, pues no había nada que pudieran alegar a lo que había dicho el
soldado. Todo el plan se había cimentado sobre una base circunstancial que les
había fallado. Debían improvisar rápidamente para poder tener alguna
posibilidad, pero la situación no era precisamente óptima para ponerse a pensar
con calma los pasos a seguir.
Si pensaban que la
complicación terminaba ahí, se equivocaban, pues lo que parecían cinco guardias
gritando a voces empezaron a golpear la puerta.
La habitación no les daba
muchas opciones. Era de tamaño mediano, pero parecía más pequeña de lo que era
porque estaba llena de baúles cerrados con candado. Sólo había una ventana, al
fondo de la habitación, pero por el sonido que les llegaba daba directamente al
mar y no era una vía de escape demasiado segura.
Por tal de conseguir un poco de
tiempo y espacio, arrastraron los baúles y los pusieron contra la puerta,
liberando a Pasku del esfuerzo de tener que aguantarla.
-
No me apetece
morir con las botas puestas –dijo Bardo, desenvainando la espada- Pero creo que
no tenemos más alternativa.
-
Si son sólo cinco
podríamos conseguirlo- dijo Dante
-
Pero no sabemos
cuántos son, o cuántos van a llegar después de esos cinco –respondió Denzel,
negativo- Lo único bueno es que están distraídos con nosotros y eso le servirá
a los demás
Mientras hablaban, Pasku sacó
la cabeza por la ventana, en silencio. Era lo suficientemente grande como para
que todos pudieran pasar, hasta Denzel y Bardo, que eran los de espaldas más
anchas. Pero por mucho que pudieran pasar, eso se volvía inútil si lo único que
conseguían era caer a las inclementes olas que arañaban con violencia el
acantilado.
Pasku tenía un sano miedo a
las alturas, pero ignorarlo le había salvado más de una vez y ahora no sentía
deseos de luchar contra todos los guardias de la prisión. Sacó medio cuerpo por
la ventana con cuidado y miró a los dos lados y hacia arriba, con la esperanza
de encontrar otra vía, la que fuera.
Finalmente dio con lo que
buscaba, pero tuvo la sensación de que no iba a gustarles a sus compañeros.
Estos habían desenfundado las
armas y estaban elaborando un plan muy arriesgado sobre cómo luchar contra los
guardias. Al estar dentro de la habitación podían intentar transformar la
puerta en un cuello de botella, pero no dejaba de ser una idea que dependía de
muchos factores basados en la suerte.
Sin que ellos le prestaran
atención, Pasku desenvainó su espada y le dio un fuerte golpe a uno de los
candados de los baúles, haciendo que todos dieran un salto apuntando las armas
hacia él.
-
Perdón –les dijo,
con una especie de expresión de disculpa
-
¿Pero qué estás
haciendo? –dijo Bardo con enfado reprimido, tenso como los demás por la
situación
-
Bueno, a nadie se
le ha ocurrido mirar qué había dentro.
Abrió la tapa, esperando
encontrar cuerdas, armas, bombas o un genio de los deseos; cualquier cosa que
pudiera servirles para la huída. No pudo evitar poner cara de decepción cuando
vio que en esos baúles sólo había piezas de uniformes.
Pero improvisó. Les iba la
vida en ello.
-
Podemos salir por
la ventana. Es un poco arriesgado, pero si yo consigo no caerme y encaramarme a
la ventana del piso de arriba, puedo atar una cuerda y podemos subir los demás.
-
…Tú has decidido
que tienes ganas de morir –dijo Dante
-
Bueno, prefiero
intentarlo a quedarme esperando.
Algo muy fuerte empezó a
golpear la puerta, como si los guardias hubieran conseguido un ariete. Los
impactos eran suficientemente intensos como para que la madera empezara a
astillarse y pequeños pedacitos de madera volaran por la habitación. Los baúles
resistían e impedían el avance, pero con ellos sólo habían conseguido unos
cuantos minutos más.
Bardo empezó a amontonar más
de ellos, aún sabiendo que sólo estaba retrasando lo inevitable. Pasku se quitó
la capa y con un movimiento brusco la rompió, empezando a hacer tiras de tela
para unirlas con fuertes nudos. Los demás, viendo que era mejor aferrarse a un
clavo ardiendo que dejarse caer, hicieron lo propio con las suyas y al cabo de
unos minutos los rebeldes tenían una cuerda improvisada.
Pasku se la ató a la cintura y
le tendió el extremo a Denzel.
-
Voy a intentar
llegar. Si me caigo, sujetadme fuerte –dijo, en el tono más seguro que pudo dar
-
Espero que hayas
hecho bien los nudos- respondió el soldado intentando dedicarle una sonrisa
tranquilizadora
Pasku se acercó a la ventana,
respiró hondo y se encaramó a ella. Sólo con sacar medio cuerpo fuera sintió la
fuerte corriente de aire y el olor salado del mar llenando su nariz. El viento
helado hizo que sus ojos lloraran durante unos instantes, pero pudo resistir.
Poco a poco, fue sacando el cuerpo, girando sobre sí mismo hasta quedar sentado
en el alfeizar de la ventana. Aunque llevaba la cuerda firmemente atada en su
cintura, se sentía terriblemente inseguro, pues era consciente de que quizás el
amarre no iba a resistir su peso si se le sumaba la inercia de la caída.
Buscó con los dedos el primer
asidero en el que agarrarse e hizo fuerza. Necesitó toda su concentración para
mantener los dedos sujetos y que no resbalaran en la piedra negra, pues
resultaba ser tan resbaladiza como parecía. Finalmente, llevando al límite sus
músculos, consiguió quedar levantado en la pared, con los pies aún en la
ventana.
Ahora venía la peor parte.
Mientras su mano izquierda aún
se agarraba desesperadamente al asidero, la derecha empezó a buscar el
siguiente. No podía utilizar aún los pies, porque en el dintel de la ventana no
había nada en los que apoyarse, por lo que se alzó utilizando únicamente la
fuerza de sus brazos.
Los músculos le ardían por el
esfuerzo, le dolía terriblemente el hombro y notaba como los dedos empezaban a
quedar entumecidos por la fuerza que estaba imprimiendo sobre ellos. Pero tenía
que resistir o caería, y nada le aseguraba que pudiera salvarse. Se sintió de
nuevo como en el pantano, moviéndose sólo porque lo que le quedaba a la espalda
era mucho peor y en su fuero interno se prometió a si mismo que cuando
terminara todo aquello pensaba regalarse un banquete con los mejores manjares
que Dante tuviera en su despensa.
Especialmente, quesos. Pensaba
comerse trescientos quesos si salía de esa.
Tenía la sensación de que los
dedos y los pies iban a resbalársele en cualquier momento, pero siguió subiendo
poco a poco. Tenía prisa, pero no pensaba arriesgarse más de lo necesario. Alzó
la vista, apartando la mirada que tenía fija en el muro, y se fijó en que le
quedaba la mitad de camino. No quiso comprobarlo mirando hacia abajo porque
sabía que si lo hacía, se caería por el miedo a las alturas.
Siguió subiendo con pericia y
miedo a partes iguales. Allí donde la habilidad fallaba, la adrenalina le daba
reflejos más rápidos y un poco más de fuerza.
Pero todo tiene un límite.
De pronto uno de sus pies
fallo, resbaló y Pasku quedó sujeto por una mano. Se movió desesperadamente,
moviendo los pies con histeria buscando el asidero en el que apoyarlos, pero
sólo consiguió cansar más su mano e ir resbalando. La piedra que estaba
aguantándole se movió amenazadoramente, como diciéndole que no tardaría mucho
el soltarse y que ya podía irse despidiendo de sobrevivir y comer queso.
Durante unos instantes, se
dejó llevar por la idea de aceptar lo que le iba a sobrevenir. Dejarse caer,
sentir el viento chocando contra su cuerpo mientras se acercaba
vertiginosamente al océano, hundirse entre las olas hasta sentir como el frío
del mar le congelaba el cuerpo y finalmente, le arrebataba el alma…
Pero no quería morir. No le
apetecía en absoluto. La misma voluntad que lo había impulsado a seguir
adelante ahora no quería desaparecer por muy terrible que fuera la situación.
Una voluntad impulsada por un deseo firme que no iba a dejar que se rindiera
fue lo que le permitió recobrar la calma y volver a hacer fuerza con los
músculos hasta encontrar de nuevo asideros donde aferrarse.
Finalmente, tras mucho
esfuerzo, llegó a la ventana del piso superior. No estaba abierta, pero le
importó exactamente medio quilo de pepinos y rompió el cristal con el puño. La
abrió, se deslizó dentro y se dejó caer en el suelo, respirando con dificultad.
Minutos más tarde Denzel oyó
que gritaban su nombre desde arriba. Lanzó un suspiro de alivio y tiró de la
cuerda que había estado sujetando, notando que ahora estaba tensa, como si
Pasku la hubiera atado y se pudiera subir por ella.
-
Espera- dijo Dante-
podríamos utilizar lo que hay en los baúles
-
¿E ir disfrazados
por ahí de guardias? –preguntó Bardo en tono escéptico, pero al ir pronunciando
la frase el modo en la que lo decía fue pasando de “es una idea pésima” a
“podría ser la solución a todo”.
Denzel asintió y abriendo la
tapa del baúl que Pasku había roto, empezaron a sacar piezas para ponérselas y
por lo menos dar el pego, cogiendo algunas para su compañero que estaba arriba.
Si bien no resultarían muy convincentes de cerca, si eran discretos y mantenían
la distancia, las piezas de armadura les camuflarían por la prisión.
Dante fue el que primero
subió, ágil y rápido gracias a la cuerda.
Denzel fue el siguiente, quien tuvo algunas dificultades para pasar por
la ventana debido a su musculatura, pero consiguió pasar y subir sin demasiado
esfuerzo.
Bardo aseguró la puerta con el
resto de baúles e hizo lo propio.
Sin embargo, cuando Bardo
estaba a punto de llegar, los nudos de la cuerda empezaron a resentirse. Con
sus compañeros sujetando el extremo por un lado y gritándole para que se diera
prisa, el rebelde fue avanzando con cuidado pero deprisa, notando como la resistencia
del filamento iba rebajándose a un ritmo demasiado acelerado para su gusto.
Denzel lo atrapó por el brazo
justo cuando los nudos de la cuerda se soltaron, salvándolo de milagro.
Una vez todos estuvieron
dentro, se tomaron un respiro de un par de minutos. Lo menos probable era que
los guardias les buscaran en el piso de arriba, pues al ver la ventana abierta
pensarían que habrían saltado al mar, intentando huir.
No obstante, tampoco podían
gozar de todo el tiempo del mundo. Víctor, Hawk y el hombre de la sonrisa
marcada les necesitaban y ya habían perdido mucho rato en la huida. Debían
volver a bajar al piso de abajo y encontrar el balcón por el que huirían.
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